miércoles, 2 de febrero de 2011

Circumpunto



En el antiguo Egipto era el símbolo de Ra, el dios del sol, "Gran Dios" anónimo, demiurgo, dios solar de Heliópolis en la mitología egipcia. Ra era el símbolo de la luz solar, dador de vida, así como responsable del ciclo de la muerte y la resurrección. Ra era poseedor de cuatro facultades: Hu (el gusto y la palabra), Maa (la visión), Sedyem (el oído) y Sia (el entendimiento y el tacto). También tenía catorce ka: Dyefa (Ayefa) (abundancia), Aju (estrépito), Dyehen (resplandor), Heqa (magia), Hu (alimentación), Iri (producción de alimentos), Nejt (victoria), Pesedy (luminosidad), Shemes (fidelidad), Shepes (gloria), Seped (habilidad), Uas (honor), Udy (prosperidad), User (vigor). A veces, en el lugar de Uas, se indica Hu (brillantez). 

Una de las razones por las que Ra fue considerado indestructible era porque nadie conocía su nombre. Esta creencia fue asimilada por varias religiones, entre ellas el judaísmo y el Islam, que denominan a su dios de múltiples formas pero establecen que se desconoce su nombre definitivo y cuyo conocimiento pronosticará el fin de los tiempos.

Desde el punto de vista astrológica el Astro Rey representa nuestro centro, nuestra esencia, esa parte nuestra que nos hace únicos. Representa en nosotros el significado principal y el modo de conectarnos con la vida. Es la parte más luminosa de uno mismo, la que refleja la mejor manera que tenemos para vivir, eso que nos hace especiales, o sea el talento innato. El costado activo y masculino.

En la filosofía oriental encarna la visión  espiritual del tercer ojo, la rosa divina y el signo de la iluminación y los cabalistas lo utilizan para simbolizar la corona, Kether, la sefirot superior y “el secreto de los secretos”. Los primeros místicos lo llamaban el ojo de Dios, y es el origen del ojo que todo lo ve que aparece en el Gran Sello. 

Los pitagóricos lo usaban para representar la mónada, la divina verdad, la prisca sapienta, la unión de mente y alma. Para ellos, la generación de la serie de los números se relaciona con objetos de la geometría, así como con la cosmogonía. Según Diógenes Laercio, de la mónada se evoluciona a la díada, de ella a los números, de los números a los puntos, luego las líneas, las entidades de dos dimensiones, las entidades de tres dimensiones, los cuerpos y, culminando, los cuatro elementos, tierra, agua, fuego y aire, a partir de los cuales se construye el resto de nuestro mundo. Así, En muchos sistemas gnósticos (y heresiológicos), al Ser Supremo se le conoce como la Mónada, el Uno, el Absoluto Teleos Aion (el Eón perfecto, αἰών τέλεος), Bythos (la Profundidad o la Gran Profundidad, Βυθός), Proarchē (Antes del Inicio, προαρχή ) y Hē Archē (el Comienzo, ἡ ἀρχή) y el Padre Inefable.

El Uno es la fuente primordial del pleroma, la región de la luz. Las diversas emanaciones de "el Uno" se llaman eones.

En determinadas variaciones del gnosticismo, especialmente las inspiradas por Monoimo, la mónada era el dios supremo que creó dioses menores o elementos (similares a eones).

En algunas versiones del antiguo gnosticismo, especialmente las derivadas de Valentín el Gnóstico, una deidad menor conocido como el Demiurgo tuvo un papel en la creación del mundo material, adicionalmente a la función de la Mónada. En estas formas de gnosticismo, el Dios del Antiguo Testamento a menudo se considera que fue el Demiurgo, no la Mónada o, a veces, diferentes pasajes se interpretan referidas a una o a otro.

Esta Mónada es la fuente espiritual de todo lo que emana del pleroma y puede ser contrastada con la oscuridad de la materia pura.

Además, el circumpunto es la rosa, el símbolo alquímico de la perfección—el símbolo universal de Dios.

La astronomía moderna todavía emplea el circumpunto para representar el Sol.

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